Cuando El Amor Acaba

Autor Invitado: Abraham Vodnik

Cuando El Amor Acaba

H.

-¿Qué haces?

-Sostengo la cobija para que no me de la luz en la cara y pueda verte -lo dijo mirándolo a los ojos mientras envolvía su cintura con el brazo que le quedaba libre -además hace mucho calor aquí dentro.

-Pero te encanta enredarte entre las cobijas hasta quedar como un tamalito.

-Tamalito tu cola.

-Tamalito la tuya. Y es de dulce -acentuó su respuesta besándole la frente, naturalmente sus cabellos se enredaron caóticamente entre sus labios, pero ya sin molestarle. Esa sensación dejó de ser incómoda hace tiempo.

El calor no se disipaba, tampoco era realmente molesto, y aunque la cama era lo bastante grande aún para soportarlos separados, cada uno en un extremo sin llegar a tocarse, eligieron reducir la habitación al pequeño espacio entre sus brazos.

El tiempo siempre será relativo porque nunca existió, existen los momentos que guardamos y etiquetamos con fechas y horas para distinguirlos de lo que no nos importó, y es sobre estos momentos que construimos nuestra escala de tiempo única y personal. Por eso hay momentos que duran toda una vida y vidas que sólo duran un momento. Y en este momento ella está aquí, arrinconada a su voluntad. Fue ella y solamente ella quien se metió en ese pequeño espacio de mi cama para después culparme de no dejarla salir. Por supuesto que no iba a quejarme, el papel de villano siempre es encantador cuando hay una dama en apuros.

A diferencia de la falsa idealización que se le tiene, el amor es un conflicto por definición. Es el principio máximo de la psicología inversa en manos de la mismísima naturaleza, y no importa cuánto tiempo pase, siempre aportará nuevos problemas. Más de una vez pensé en una canción para dedicarle, inclusive encontré algunas que embonaron con la situación, pero no tardé en darme cuenta que me buscaba un nuevo conflicto: a una mujer como ella ya le han dedicado todas. Y mientras más crecía mi obstinación por encontrarle una canción mis opciones se reducían drásticamente hasta una corta selección superficial y de mal gusto. No se puede ignorar el temor a regalar recuerdos de otros colores, pero la tentación es grande y mi necedad mayor. Así que, cansado de las malditas canciones, me decidí a dedicarle mi tiempo y mis besos, a rodearla de caricias con la completa seguridad de que sólo llevarán mi sabor. Las palabras de amor siempre serán las mismas pero toman el sabor de los labios de donde salen.

Las camas tienen gran parte de la culpa. En ellas se nace y se muere. Todos los días empiezan y terminan con ellas. Comer, hablar, escribir, llorar, querer, leer, escuchar y orinar se puede hacer en cualquier lado y con cualquier persona, hasta coger se puede donde sea sin el menor inconveniente. Pero dormir, dormir sólo se logra con una sola persona y en una cama. Lo peor es intentar repartir la cama en bienes raíces, “ese es tu lado y este es el mío, esta es mi almohada y esa la tuya…”. Las camas no son propiedad de una persona, dos personas son propiedad de una cama. Y sin importar de qué lado está quién la cama los atrapa y embebe sin que se den cuenta que las horas se vuelven segundos en unas cuantas caricias. No hay como compartir una almohada, aunque termines con los brazos entumecidos y la cara llena de cabello, es eso que a todos les hace falta.

Hoy me encuentro de pie en el mismo balcón donde antes caí, y me pregunto qué otras cosas inesperadas aceptaré de buena gana. Ahora estamos juntos porque así se nos antoja, aunque no seamos el uno para el otro, ni la mitad que nos faltaba porque ya estábamos completos cuando nos encontramos. Ella era ya preciosa antes de que yo se lo dijera, yo era ya un patán antes de que me cacheteara. Nos acercamos sin querer para acabarnos queriendo y aunque no la necesito para nada, la quiero para todo.

Sé que no puedo prometerle un futuro, ni aunque quiera, pero sé que la quiero hoy y la querré toda la semana, y sé que le guardaré este rincón siempre que llegue. También sé que no soy sus primeros labios y estoy lejos de ser los últimos. Llegará un día en que cada quien tome sus cosas y se lleve una parte del otro sin dejarnos incompletos, con sonrisas en los ojos y lágrimas en las palabras. No estaré triste por su partida, no porque quiera que se vaya, en absoluto, sino porque para irse primero tuvo que llegar. Debemos aceptar que el amor tiene caducidad, ¿cuándo? no lo sé, lo importante es que hoy está aquí. Mañana seremos distintos y quizá nos miremos desde lejos o nos veremos para beber cerveza. Ahora es lo de menos, pero así es como aprende a vivir uno cuando el amor acaba.

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1 Comment

  1. Queen Lexei septiembre 5, 2014 at 11:56 am

    Es sin duda uno de los cuentos mas bonitos que he leído… Gracias por compartirlo…

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