Inercia

No te muevas.

Detente.                                             te vas,

Alto.                 Que si                    yo también

Para.                                                           me voy.

Detrás de ti,

o contigo.

Ya veremos.

A veces creo que en lo único en lo que soy bueno es en desordenar los comienzos. Confundir las rutas y desviar los caminos que deberíamos seguir juntos. Tal vez no sea algo tan malo, siempre y cuando el trayecto nos siga conduciendo a todos los silencios que nos susurramos de vez en cuando, cuando me miras con esa mirada y me hablas con esos labios que, a veces, me hacen escribir un par de versos. Pero sólo un par.

Y versos chiquitos.

Como éste.

Ya es inevitable beber cuando escribo; hay más botellas de vino debajo de mi almohada que tinta en el tintero. Destapar una botella y beberte de ella, y te bebo a ti porque eres tú, porque si sigues sonriendo de esa manera cada vez que me asomo un poquito a tu alma, yo tengo que llegar a casa y escribirte esto, porque si no el asunto es un poco injusto.

No se trata de todo lo que la gente espera que dos personas como nosotros seamos. Las letras y las miradas tímidas que nos regalamos son una mera manera de reflejar lo que somos por dentro, y no somos una suerte del río de Heráclito ni unas hojas arrancadas de un cuento de Cortázar. Mira, que adivinar qué es lo que la gente espera de nosotros puede ser algo complicado, sobre todo porque no es fácil darle un nombre a las risas y mucho menos señalar ostensivamente la manera en la que la noche resbala por tus pestañas y se asienta en esos ojos que me absorben poco a poco. No se puede hacer eso.

Tampoco se trata de las palabras que guardas y de las palabras que yo nunca voy a decir porque yo no soy un hombre de palabras, y esto que escribo es sólo un intento de amarrar todas las cosas que salen de mi cabeza y que se atoran en algún punto entre los dedos y la pluma, obligándome a hacer garabatos y a inmortalizar toda ésta basura en un poco de tinta.

Por costumbre destapo otra botella, pero ya no es a ti a quien bebo de ella. Parece que la botella se vacía pero pasa justo lo contrario: se va llenando poco a poco de todo lo que yo tengo dentro y de las veces que has soltado mi mano. Sí, el vino me lo termino tomando yo, pero es lo de menos. A final de cuentas, el menos borracho siempre soy yo.

Más que desordenar el principio, creo que empecé por el desorden.

 * * *

“Inercia. Todo dura siempre un poco más de lo que debería”.

No puedo concebir el desorden. Las cosas van en el lugar que les corresponde y ya, no es tan complicado. De lo contrario, tus dedos y los míos no se acomodarían de la manera en la que lo hacen, con mi dedo pulgar cruzado entre tu pulgar y el índice, y el resto del orden es innecesario decirlo porque ese es el orden natural en el que dos personas se toman de la mano. Y así es como esas uñas rosas parecen salir, de alguna forma, de mis nudillos. La gente en la calle podrá vernos y pensar que eso es algo raro, pero a cronopios como tú y yo son éstas cosas las que más nos gustan, porque, si no me tomo de la mano contigo, ¿a quién se la voy a tomar mientras esperamos a que nuestras auras nos envuelvan y crezcan junto con esa pequeña voz que nos empieza a taladrar la cabeza?

A mí ni me gusta el vino.

Siempre me he preguntado qué es lo que motiva a la gente a estar con otra gente. La verdad es que, mujer, personas como yo siempre vamos a estar muy alejadas de la respuesta correcta a esa pregunta, y aún así estoy escribiendo esto.

Creo que todo se reduce a eso: no hay ninguna necesidad de ponernos a pensar ni de buscar respuestas donde las preguntas no son válidas ni de buscar motivos donde todo lo que hay son tus brazos rodeando mi cuello de esa manera tan extraña en la que sueles hacerlo. Tal vez todo lo que hay es esto: tú, yo, esa rosa y la inercia que hace que yo te escriba esto y que tú acabes leyéndolo.

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2 Comments

  1. paolarosado octubre 3, 2013 at 8:22 pm

    Hermoso… me trajo recuerdos… 🙂

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