Frontera: Una Breve Recolección de Textos

Servilleta

Mirar tus ojos, mirar tus ojos y correr desnudo por el horizonte de tu mundo. Hacerlo como tal vez ya otros lo han hecho, pero con una intención totalmente distinta. No sólo se trata de perderme en el café de tus ojos o en el largo de tus pestañas, sino de sumergirme en tu mirada con el único propósito de llevarte de la mano a cazar estrellas.

Y tomar tu mano. Tomar tu mano para que entiendas que si nuestros dedos se entrecruzan no es sólo para caminar juntos, sino para crecer con cada beso. Recomenzar nuestra historia con cada beso que me regalas y deshacerlo todo cuando te pierdo de vista.

Pero no creo que lo nuestro se reduzca a sumergirme en tus ojos, o a tomarte de la mano y menos a robarte besos. Yo no te amo ni por ti ni por mí ni por lo que somos juntos, y tampoco por lo que hacemos. Me gusta pensar que te amo porque ahora estás parada delante de mí y eres la que lleva mi vida al límite, y porque eres la musa a la que escribo cada una de estas palabras. Y cuando te pierdo, es en estas letras donde te busco y, a veces, te encuentro.

Levanto mi mirada. Te vienes acercando a la mesa, en donde te he esperado todo el tiempo que fuiste al baño. Tú y tus casi metro sesenta de estatura vienen flotando por todo el lugar y yo no sé qué hacer y no puedo dejar de escribir y te sientas en tu silla y me miras y me besas y me preguntas -¿qué escribes?- y ahora yo ya no sé qué hacer con esta servilleta.

Texto Encontrado En Un Cuaderno

Todo se reduce a ausencias. Uno puede tomar un paseo en éste parque o en aquella plaza y notarlo en seguida. Las vidas de todos y cada uno de los individuos que podemos observar se pueden definir de acuerdo a la ausencia o a la presencia de las personas que les importan. Nuestras existencias no se reducen a nosotros mismos (mentira solipsista), sino que siempre somos afectados por la gente que nos rodea.

Hay ausencias tanto buenas como malas. Las malas se dividen en las importantes y las que no lo son, siendo la primeras sujetas a una jerarquización realizada por cada individuo. En la mayoría de los casos, la gente actúa como si la ausencia más importante sea la de la gente que amamos, seguida por la de los padres y luego la del resto de los familiares (hijos, hermanos, etcétera). Creo que, en realidad la jerarquía debería ser primero todos los familiares y luego la gente que amamos. Pero da igual, estamos condicionados a que el amor hacia la pareja sea lo más importante en la vida.

También hay ausencias buenas. Como escribió la pluma de Cortázar “hay ausencias que representan un verdadero triunfo”. Ejemplos hay muchos y creo que no es necesario mencionar alguno.

Igual, creo que sólo me interesa la ausencia de la persona que amamos. El problema con el amor es saber cuándo uno está enamorado o no lo está. Pero creo que la cuestión esencial es que no todo mundo está facultado para amar como nos lo ha enseñado la cultura actual. Hay gente a la que le queda muy bien la forma hiperrealista de encontrar pareja a la que el mundo occidental nos ha orillado con la implementación de las nuevas tecnologías. Y hay otros que están imposibilitados para amar de la manera en la que los tiempos nos obligan. Estos otros no están hechos para las relaciones virtuales y la realización del ser en mundos que no son directos. Yo no puedo enamorarme a través de un What’s App o un Skype, pero ya no hay otras alternativas.

El problema de las personas que, como yo, están imposibilitadas para amar, es que sólo se obsesionan con las ideas. Hoy yo puedo disimular enamorarme de una niña o de otra pero como mi ser se niega a caer en éste protocolo social de enajenamiento para encontrar pareja entonces renuncio. Huyo de las mujeres y sus juegos de enamoramiento. Me parece inadmisible a lo que se ha reducido la idea del amor y el cortejo a nuestros días. Me da hueva.

Por eso yo vivo de ausencias.

Invento mis ausencias y me nutro de ellas. En la realización del ser que intento llevar a cabo día a día (como toda persona normal) tengo a muchas personas a mi alcance. El problema es cuando las personas de éste hiperrealidad son tan sólo nombres virtuales y los besos que son escritos con letras sólo se quedan en meras palabras. La gente es muy cercana una a la otra a través del maravilloso medio de transporte del click, pero yo no puedo escribir cuentos a base de clicks.

Y todo esto lo pienso mientras llevo la copa de vino a mis labios y bebo un sorbo. Al apartarla de mi vista me doy cuenta de que sigues intentando que me pierda en tus ojos. ¿Y sabes? Creo que todo esto no se trata ni de ti ni de mí, tampoco se trata de la forma en que el vino hace que resalte la belleza de tus labios ni del texto que escribí en la servilleta mientras tú te levantabas al baño y regresabas para besarme en la mejilla. Todo esto se trata de que tal vez yo me quiero enamorar de ti pero me da miedo renunciarte y que sólo termines siendo una ausencia más en la larga lista que llevo arrastrando desde hace años. Y tus ojos consiguen arrastrarme un poco y siento esas punzadas que la gente siente cuando empieza a sentirse enamorada pero yo no puedo hacerte esto porque, a final de cuentas, tú vas a querer que yo me enamore de ti como la gente está acostumbrada a enamorarse y yo ya dije que eso me da hueva.

Tal vez esperes que mi amor se manifieste de maneras virtuales, y que le puedas enseñar nuestras fotos a todos tus amigos y que esperes mis mensajes al teléfono a las 2 de la mañana. Pero no. Yo sólo sería aquel que caminaría por toda la ciudad cargando el ramo de flores que no aceptaste por no ser las que te gustan y el que quiere caminar contigo tomado de la mano y presentarte a sus padres y besarse a las 2 se la mañana y omitir los mensajes.

Creo que sólo me obsesiono con la idea de encontrar justo a la persona que estoy buscando y quiero que seas tú. Por eso intento no dejarme arrastrar por tu mirada y verte como eres en realidad, y para esto necesito besar tu alma e intentar entender lo que siente tu piel cada vez que roza a la mía.

Ahora caminamos de regreso a mi coche. Vamos tomados de la mano y veo que caminas muy rápido, y no es porque ya no quieras estar conmigo (porque tu sonrisa te ha delatado todo éste tiempo), sino porque estás acostumbrada a vivir rápido y es una costumbre tan auténtica en ti que, en realidad, no me molesta. Así que caminamos y caminamos y a veces nos tropezamos en el camino al coche, y ya. Subes al coche y te dejo en tu casa y ya veremos si te puedo amar o sólo eres una idea más con la que me voy a obsesionar.

Despedida

– Me imagino que esto es un “adiós y gracias”, ¿no?

Tus ojos se llenaron de lágrimas al escuchar mis palabras. Cualquiera diría que mi intención no era lastimarte con lo que te dije, y algún otro afirmaría que tú tampoco buscabas derrumbarme con tus acciones, pero a final de cuentas, las despedidas siempre se tratan de destruirse el uno al otro. Ya no importa el reflejo de cada uno en los ojos del otro ni la manera en que tu mano se adueña de la mía, sino de suprimir lo mucho o poco que nos quede de amor intentando no dañar al otro. (Aunque queramos hacerlo).

Me mirabas fijamente y temblabas un poco. No habías dado tu respuesta por miedo a que todo terminara ahí, en ese instante. Si hubiéramos terminado con una pelea esto sería más tolerable porque habría un poco de odio al final, pero a nadie le gustan los finales verdaderamente tristes donde lo único que queda es un poco de decepción y las palabras que nunca nos dijimos y los besos que nunca nos dimos. Tal vez tú sólo te acuerdes del humo que salía de mi boca y de las lágrimas que poco a poco empezaron a resbalar por tu mejilla.

Lo que hace todo esto tan triste es que sólo nos enamoramos por costumbre. Lo más probable es que lo que me duela no sea tener que olvidarme de ti o ya no escuchar tu voz; tal vez lo peor de todo el asunto sea tener que conseguir a alguien más con quien venir a tomarme una botella de vino y fumarnos un par de cigarros antes de empezar a besarnos y hacer lo que suele hacer la gente que dice estar enamorada. He ahí el problema, ma chérie. Amamos el simulacro de estar enamorados, mas no nos amamos el uno al otro.

Finalmente, nos paramos de la banca en la que nos encontrábamos. Tú estabas delante de mí con todos los besos que aún querías darme, y yo ya preparaba todos los suspiros que daría hasta superar el ya no tenerte. La verdad es que yo no quiero destruirte. Sólo quiero que sigas tu camino como si no me hubieras conocido porque, aunque nos encontramos, nunca fuiste lo que yo estaba buscando.

– Te voy a extrañar –fue lo único que alcanzó a salir de tu frágil boca.

La brisa del mar azotaba la despedida. Lo último que vi de ti fue la espalda en la que tantas veces había visto resbalar la aurora, sólo que ésta vez no te voltearías para decir que me amabas.

Desprenderse

Pasan los días y no te olvido. Parece que te voy derramando en cada letra que escribo desde que nos despedimos.  Las despedidas suelen ser trágicas, lo sé, pero los días consecuentes suelen ser terribles (sobre todo las noches), y sobre todo cuando todavía tengo tu perfume impregnado en la piel y la sensación de tus manos a unos escasos centímetros de las mías.

Odio pensar en esto, en vez de sentirlo como lo hace todo mundo. Y por eso me cuesta trabajo desprenderme de ti, y de tu sonrisa, y de esas tardes bañadas de risas mientras esperábamos a que atardeciera para que cada quien le preguntara al otro de su día. Tampoco dejo ir los recuerdos de esas noches llenas de botellas de vino y  humo de cigarros que terminaban con nosotros arrinconados en una banca en Coyoacán, yo con tu cabeza recargada en mi pecho y tú con una rosa en la mano.

No puedo deshacerme de ti. A veces me asaltan los recuerdos y las palabras que me susurrabas en silencio. Creo que lo que me molesta tanto es haberte dejado ir tan fácil.  Todo era cuestión de correr tras de ti, tomarte de las manos y decirte que te amo. Nunca debí de haberte dejado ir. No tan fácil. No así.

Arrepentirse no sirve de nada. En el amor, los “hubiera” son una forma muy triste de suicidio emocional. Lo que debería de hacer es aprender a desprenderme de ti. Entender que se acabaron los besos que detienen al mundo, que nuestras almas ya nunca volverán a crecer al mismo tiempo. Quizá sea tiempo de darme cuenta de que nunca volveremos a ir juntos a cazar estrellas, así como tal vez ya nunca vuelva a ser el culpable de que sonrías.

Tal vez esto sea lo último que te escriba, y espero que así sea.

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2 Comments

  1. Diane mayo 18, 2013 at 8:28 pm

    Excelente recopilación, mis preferidos fueron: «Texto encontrado en un cuaderno» y «Desprenderse». De los cambios que he vivido el primero me recordo mi pasado, y el último narra mi presente. Como siempre puedo decir que leerte es un pasatiempo que disfruto mucho, saludos Rod.

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    1. Rodrigo Javier Martínez mayo 21, 2013 at 7:34 pm

      Mira que esos dos son los que menos me gustan, mis preferidos son los otros dos…

      Lo que dices es básicamente el punto: cuando nos enamoramos siempre es la misma historia. Primero estamos enamoradísimos, luego lo dudamos un poco, nos despedimos y al final siempre nos arrepentimos pero ya no nos queda otra alternativa que desprendernos… Y es por esto por lo queésta historia puede ser la de cualquiera que se atreva a enamorarse.

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