Para Federico Fellini.
– ¿Todo está listo?
– Sí.
-¿Estás seguro?
– Sí.
– El estreno es una hora.
– Lo sé.
– No hemos hecho un ensayo general.
– No importa. Todo va a salir bien.
– Afuera hay un grupo de periodistas, esperan que salgas y les digas mínimo sobre qué se va a tratar la obra.
– Ya les dije que sobre el teatro, desde el teatro griego hasta Miller. Sólo eso: una obra de teatro sobre el teatro.
– Pablo, no lo quieren escuchar de mí. Por favor, sal. Si no por mí, por la obra.
Salieron del pequeño camerino en el que Pablo se había resguardado desde la mañana del día anterior. En un cuarto habilitado para conferencias de prensa los esperaban varios reporteros. Pablo se dirigió a una mesa que se encontraba frente a ellos y se sentó.
– Me dijeron que quieren que les vuelva a decir de qué trata la obra, otra vez. Perfecto. La obra se trata sobre el teatro. Sí, es una obra de teatro que habla sobre el teatro, simple y sencillo de entender.
– Dicen que va a ser un drama más profundo que los de Williams, con tragedias que dejarían boquiabierto a Shakespeare y que incluso podría tener una parte de musical.
– Suena magnífica ¿saben si todavía hay lugares disponibles?
La sala estalló en risa y Pablo aprovechó para salir de ahí. Afuera lo estaban esperando los encargados de maquillaje, de vestuario, escenografía, iluminación y audio.
– Pablo, ¿Cómo quieres peinadas a las niñas? ¿El maquillaje cómo lo quieres? Necesito saber algo de los personajes ¿O los arreglo como yo quiera?
– Carmen, eres una genio que ha trabajado conmigo desde hace más de dos décadas, sé que tus gustos son impecables y que lo que sea que decidas hacer va a encantar al público y me va a encantar a mí.
– Pablo, necesito saber qué vestuario va a llevar qué actor para hacerle los últimos arreglos y queden perfectos. Y cuáles quieres usar, como no me decían nada hice varios vestuarios para poder elegir.
– Del vestido negro a la derecha. Los demás no los vamos a usar y para los hombres todos de traje, no me importa el color mientras sea traje.
– Pablo, necesito el orden de la escenografía para ir preparando todo, falta poco más de media hora, a penas y voy a tener tiempo de acomodar todo para que se pueda cambiar de escena sin problemas de transición. ¿Qué va primero: el café, la oficina, el departamento, el parque, la nave, el avión o la estación de tren?
– Acomódalos en el siguiente orden, yo te voy a ir diciendo cuándo hay que hacer los cambios. Primero la estación de tren, el café, el departamento, la oficina, el parque, el avión y por último la nave.
– ¿Y la iluminación, Pablo?
– Sencilla, Ernesto, confío en tu instinto. Simplemente siente la obra y síguela.
– Pablo, todos los micrófonos de los actores están listos. Pero necesito saber si va a haber música o audio ambiental y cuándo va a entrar todo en escena para no equivocarme.
– Música sí, cierto, va a haber música. Ten lista toda tu biblioteca, yo te voy diciendo cuándo hay que poner qué cosa, pero el audio va a ser simple, no quiero que se interponga con las actuaciones y con los diálogos de los personajes. Voy a mi camerino que necesito revisar unas cosas. Pero todos listos con lo que les dije, nos vemos en media hora.
En el camerino de Pablo estaba Marietta, la actriz principal de la obra, la musa de Pablo desde hace veinte años y su amante desde hace quince. En el momento en que Pablo entró a la habitación Marietta se lanzó a sus brazos y lo besó, como lo había hecho la primera vez en Roma y que se había convertido en un ritual antes del estreno de una obra o de empezar a grabar alguna película.
– Pablo, te amo, lo sabes y sabes que siempre he estado contigo y he confiado en todos tus proyectos por más descabellados que parecieran y que se han convertido en un éxito. Pero necesito saber qué vamos a hacer esta noche. No tengo diálogos, ningún actor tiene diálogos, no sabemos nada de los personajes, cuándo vamos a salir, quiénes somos, qué tenemos que hacer, con qué vestuario, si hay que cantar o bailar, con quiénes vamos a actuar cada escena. El teatro está lleno, todos los críticos están aquí, es tu gran regreso, Pablo, es tu obra maestra. No sabemos nada y ya van a anunciar la segunda llamada.
– Eso es todo lo que hay, sólo espero que confíen en mí y den su mejor actuación.
– Pablo, todos estamos aquí porque confiamos en ti. Si fueras cualquier otra persona ya te hubiéramos dejado y no tendrías fecha de estreno. Pero ya es suficiente, en minutos salimos y no tenemos ni idea de qué va a suceder en las dos horas que has dicho que dura. Va a haber un silencio sepulcral en el escenario y en tu carrera.
– No hay obra, no hay nada. Bueno, sí hay pero sólo en la mente de todos los que están sentados allá fuera y se han imaginado la mejor obra de la historia en su cabeza. La verdad es que no hay obra, ni la mejor de la historia ni la peor. Todos querían esta obra y yo no sabía qué decirles, no tenía idea de qué escribir o de qué iba a tratar. A todos les dije que sí, a todos les dije que sabían exacto lo que yo quería y lo que estaba pensando. Así se hizo el vestuario, el escenario, las entrevistas, las ideas de los periodistas y así se conformó el elenco. No tengo ni idea de lo que estamos haciendo ni de lo que vamos a hacer dentro de quince minutos. Todos esperaban tanto de mí y no dejaban de preguntarme y de pedirme más información sobre la obra. Una obra que nunca tuvo pies ni cabeza en mi imaginación. Una obra que será la improvisación pura o el fracaso más rotundo.
Del otro lado de la puerta del camerino se escuchaban murmullos desde hace minutos y por fin alguien se atrevió a tocar.
¡Pablo! ¡Pablo! ¡Pablo! ¡Pablo! ¡Pablo! ¡Pablo! empezaron a gritar desde el otro lado. Todos querían hablar con él, en especial los actores que no tenían ni la más mínima idea del orden en que les tocaría salir a actuar ni de los diálogos.
¡Pablo! ¡Pablo! ¡Pablo! ¡Pablo! ¡Pablo! ¡Pablo!
Pablo, le dijo a Marietta que se tranquilizara que todo iba a salir. La besó una vez más y abrió la puerta.
– Bueno, muchachos. Todos estamos aquí listos para el gran estreno ¿Cierto? Veo que Carmen ha hecho un trabajo maravilloso con todos ustedes y que los vestuarios les quedan a la perfección. Muchachos, todos a hacer su trabajo y déjenme unos minutos con los actores que necesito hablar con ellos.
– Pablo, dinos algo. ¿Sabemos qué estamos haciendo aquí?
– Por supuesto, Andrés. No te preocupes que todo está arreglado.
– Entonces dime cómo se llama mi personaje.
– Eso no es necesario, los personajes no tienen un nombre específico, como los de Saramago. Diríjanse entre ustedes tuteándose o de manera más formal o con su nombre propio, eso no importa.
– Y mis diálogos, Pablo, estoy seguro que mi personaje no es mudo, ni que es una obra muda.
– ¿Han escuchado Jazz improvisado? No han practicado esas canciones y no tienen conocimiento ni idea de como van a salir las cosas al final pero tocan en armonía porque son grandes músicos y saben llevar de la mano a sus compañeros y dejarse llevar para que todo salga bien, para que el arte prevalezca.
– ¡Pablo, estás loco! ¿Cómo crees que vamos a salir a improvisar en la noche de estreno? No hay contexto de cada personaje, no hay historia, no hay ni nombre. Mucho menos sabemos en qué escenografía vamos a actuar.
– Eso es exactamente lo que les pido. Es una obra única, literal, hoy no sólo es el estreno, también es la única vez que se va a presentar. Improvisar es lo de menos. Improvisar es lo más natural que hacemos en la vida, así actuamos día a día en nuestra vida diaria. Qué obra más magnífica que una en la que no se sabe nada, en la que la siguiente escena es tan inesperada para el actor como para el espectador. Igual que en la vida. No se preocupen, muchachos. Sólo necesito hablar un poco con cada uno en privado y que den la mejor actuación de su vida.
Después de decirle a cada uno una idea muy vaga y abstracta de cómo podría ser su personaje, que eran desde sueños o ambiciones hasta tristezas y desamores, escuchó que le avisaban que en un par de minutos iban a dar la tercera llamada y que todo estaba por empezar.
Pablo no estaba seguro de lo que estaba haciendo. Pensó en huir de la ciudad mientras estaba la obra, cambiar de nombre y fingir su muerte en un accidente automovilístico en la carretera al día siguiente, para que el fin de Pablo fuera en las vísperas del fin de su carrera.
Se asomó entre el telón para ver por primera vez las butacas repletas. No pudo encontrar un sentimiento común entre las caras de todos los espectadores, no pudo encontrar algo que le dijera qué esperaban de él. Ya lo había dado todo y no podía dar más que una improvisación, que un caos, que su propia vida.
Volteó una vez más para ver a todos preparándose tras bambalinas.
– Esta noche vamos a presentar la última gran obra. Todos vamos a salir y dar lo mejor de nosotros, sólo les pido que confíen en mí. ¡Abran el telón!
A. J. T. Fraginals