Autor invitado: Emiliano Becerril
Mucha gente me ve. Todos me palpan, me observan. Nada hay especial en mi rostro que les haga exaltarse, mucho menos recordarme. Paso desapercibido con el paso del tiempo, y el tiempo mismo se lleva mi imagen y nadie recuerda que alguna vez recordó haber recordado mi cara. Cambiamos a cada momento.
Siempre hay alguien que parece llamar la atención; no soy yo. Si tus facciones son agradables no vives en tragedia, las mías no son repulsivas pero son simples, sin mayor detalle. Llama la atención mi manera de ser y cómo convivo. Soy otro en ese ambiente. Nadie me conoce en realidad, ni siquiera mis adentros. Quiero recordar que recordé haber recordado agendar la cita con el especialista mental: el miedo.
No me gustaba escribir, no me gustaba leer, no me gustaba beber, no me gustaba fumar, no me gustaba trabajar, sigue sin gustarme estudiar, y no me gusta estar solo. Ahora me gusta escribir, leer me da flojera, beber me cuesta y no tengo dinero, fumar me gusta pero me da asco, trabajar me da flojera pero me remunera para beber y fumar, el estudio lo tengo que terminar, y la soledad es inevitable.
Vivo frustrado. No me apasiona lo que hago y por eso no vivo en la excelencia, más bien en la inopia intelectual. Me gusta debatir y escuchar, pero me gusta más abrir en canal e investigar. Lo descubrí tarde y fui advertido de continuar la tradición. Creo que pude ser muy bueno abriendo. El mundo se cierra. No hay nada más. Ya saldrá el sol.
Imagino ahora que soy deportista. Soy de los mejores. No tendría caso imaginar ser fracasado y completamente ignorante como la mayoría. A ver, juego esto y aquello, he ganado esto y aquello, estoy casado con esta y aquella. Todos me admiran, no soy invisible. La realidad entonces me recuerda que aún ahí soy invisible porque ese ahí no existe. Mereces eso.
Ahora me apasiona la música. Soy el líder y me presento ante el mundo con un solo espectacular e imposible que me convierte en la persona más visible del cosmos. Este es el más corto porque me he quedado sin ideas, mejor me he puesto a imaginar más. Los sueños no se construyen solos, pero sin querer se destruyen al mínimo avistamiento de la realidad.
Despierta ya, loco, deja de soñar. Qué no te enteras que tienes que estudiar, trabajar y viajar para vivir en plenitud. No es pregunta, o sí. Esta tampoco lo fue. La superchería vendida al mundo global de que el sueño se alcanza ha sido el culmen de la crueldad. Jamás seré deportista ni músico. Me conformo entonces con vivir lo que me tocó y dinamitar al máximo mis expresiones. No pido nada, pero me gustaría pedirlo todo. Adiós y no me llames que voy a estar soñando.