No es complicado.

¡Hola!, en esta ocasión vengo a compartirles un texto que leí el otro día, es parte de la introducción a «La Guerra de Galio», una novela de Hector Aguilar Camín. Me gustó mucho, es corto, pero me gustaría que más personas lo leyeran. ¡Espero que lo disfruten tanto como yo!

                Méxicotzingo (te chingo) 37 de nov. del año del No

Es la noche que no tiene reloj, o sea a las meras horas en punto de la noche.

Voy a mandarte tus propias cartas, chingadín. Tu propia carta: la única que me mandaste, cabroncín, cuando me amabas, muy al principio del momento en que me amaste, antes de dejarme de amar para volver a amarme de la manera pinche y segura en que ibas a amarme después, sin que te enteraras (ni te rindieras) tú, ni me enterara (ni me rindiera) yo. Así sonabas en ese tiempo, chingadín, escúchate para que me escuches, carajo… ¡escúchate!:

Miro la ventana y le pido que aparezcas en ella. Miro lo que aparece después y no eres tú. Miro lo que no has podido ser tú en esa ventana y aborrezco mi vida, mi pequeña vida que es incapaz de hacerte brotar por la ventana, mi pequeña ventana que resume tan bien la pobreza de mi vida. Quiero ser más, buscar más, mirar más. Y el más que quiero ver, buscar, ser, tiene tu rostro simple y anhelado, el rostro tuyo que no está en la ventana.

                No sé si me explico. Esto es lo único que espero, de ti: Dame un pretexto para cambiar de vida. Por favor: un pretexto que sea como tú, que muerda el pan que muerdes como tú, que mire como tú, que use el dedo pulgar para comer con las manos como tú. Dame una excusa para cambiar de vida. Y que en ese aluvión del cambio vengas tú, seas tú, amanezcas tú junto a mí diciéndome todo lo que hemos cambiado. Y que hayamos cambiado: dame un pretexto para cambiar de vida, uno solo, dámelo, estréllalo en la ventana donde no aparecerás salvo porque yo mire el vacío y pueda preguntarle, decirle: Dónde está, por qué se llevan el cambio necesario de mi vida, mi pretexto, mi excusa, mi pendeja iniciática, mi loca, mi Mercedes.

                Dame un pretexto para cambiar de vida, y dispénsame de lo demás. Te lo digo como si rezara, a sabiendas de que nunca he de mandarte esta carta, de rodillas, deseándote, mirándote como un loco no venir a la ventana.

Ahora dime, quiero que me digas: El tipo que escribió esto, ¿dónde está? Me urge encontrarlo. Porque tengo una carta de respuesta que me consta que debe leer. Es una carta deshilachada que, la verdad, no sé por qué te estoy mandando a ti, porque hasta donde pudo ver, tal como están las cosas, tú no tienes nada que ver con el tipo que me mandó la carta anterior. Tú no eres ya el que me mandó esa carta pero yo empecé a ser hace unas líneas la que hubiera querido recibirla cuando la mandaste. En resumen: si vuelves a quererme como entonces, te seguiré queriendo como ahora. ¿Es tan complicado, carajo?

(Visited 1 times, 1 visits today)

Leave A Comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *