Autor Invitado: Abraham Vodnik
No Sé Cómo Sucede
No sé cómo sucede, pero no es la primera vez que me encuentro a mí mismo llamándote por tu nombre, y no puedo evitar sentir náuseas, un golpe emocional que me dobla sobre el piso. Ya no hay mucho que yo pueda hacer más que fumar un cigarrillo y observar sereno cómo el humo se escapa, fingiendo que se lleva con él tu recuerdo, pero no es así, cada bocanada te mete más y más dentro de mi carne, royéndola, debilitando mis rodillas hasta que me encuentro de nuevo sobre el piso. ¿Qué me queda? Otro cigarrillo, por suerte, y la esperanza de quemarte esta vez con él. Permanezco en el balcón y exhalo profundamente.
Tu cuello es una pesadilla, la curvación perfecta, los lunares exactos y cada uno en su debido sitio, tu espalda y la figura que desaparece a la vuelta de tus hombros, y lo peor de todo, tu cabello, no lo soporto. Tus piernas blancas y la maldita bendición que ahí reposa. ¡Te maldigo mujer! Te maldigo a ti y a tu belleza de ninfa, lo juro por todo el amor que aún me queda. ¡¿Amarte?! ¿Cómo es que podría yo amarte?
Mentiría si afirmo que te amo. Mentiría aún más si lo negara. Quizá sólo amo tu recuerdo, esos pedazos de ti que dejaste por ahí, ahora me persiguen, aunque no logro verlos ellos me ven a mí. No. Pero si no logro recordar la silueta de tus ojos, tus labios, no recuerdo tu figura ni el contorno de tus senos perfectos. Si no te recuerdo, entonces ¿qué es lo que amo? Sé que amo lo que mis ojos pueden palpar, lo que entibian mis manos al tacto y lo que pueden quebrar, y sin embargo te amo a ti, que te desvaneces detrás de mi cuello, la que su silencio me reclama, a ti a la que los colores no escuchan y las palabras le lloran. ¿Cómo es que puedo amarte?…
¿Cómo podría no amarte? Si todo fuiste para mí… fuiste… y aún así cada día vuelves, y me apresuro para no hacerte esperar, en cada cajón, en cada esquina, detrás de cada puerta con tu insoportable lencería. Sujeto esa lengua tan mía, la bebo y me inundan los demonios de tu mente, los disfruto y ellos a mí, te envuelven y me envuelvo contigo hasta que llega el demonio verdadero, quimera nueva y atractiva. Ahora reposas sobre sus labios, mi pesar está completo. Ya no me queda nada que temer pues lo he temido todo. Alguna vez estuve yo entre un arma y tú, ahora hay un arma entre tú y yo.
Inhalo pero ya sin la esperanza de calmar mi vacío. Ya no eres más mía pero tampoco eres más tuya.
Me levanto por tercera vez y a tientas busco la cajetilla, era el último cigarro. Menos mal que no fumo.