Tal vez ya debería estar dormido.
Es horrible. Uno no puede simplemente verse en el reflejo de la ventana y pensar que ya debería dormir. Lo que uno hace es preparar el té y tomar la pluma y una hoja en blanco, aunque se esté muriendo de sueño. Y ya, repetir el ejercicio que algunos repetimos todas las noches: un sorbito a la taza de té y a ver si salen un puñado de letras ve tú a saber de dónde. No es tan fácil, a uno no se le desnuda el alma de una mirada a otra.
Lo que hay que hacer es poner todo sobre la mesa. Vaciar el cajón de los recuerdos y juntarlo con lo que salga del de las ilusiones y frustraciones y ver a qué arreglo se puede llegar tomando un sentimiento de aquí, el recuerdo de la sonrisa de una mujer de por acá y recogiendo la metáfora que se cayó debajo de la silla. El problema llega a la hora de seleccionar el material. Uno no puede recoger todas las sonrisas de mujeres que se vaya encontrando por la vida, porque no todas van a ayudar a escribir un cuento que sea algo decente o que, al menos, le pueda sacar una ligera risa o una lágrima a quien lo lea.
Total, se trata de hacer un trabajo de selección entre sorbito y sorbito de la taza de té. Lo ideal es hacerlo por eliminación, ya que así es más fácil. Por ejemplo, hay que descartar la mirada que te regaló aquella mujer de la biblioteca el martes por la mañana, porque tal vez es una mujer a la que le gusta andar por la vida regalando miradas.
Por dicha eliminación uno se va quedando sin opciones hasta llegar a aquella mujer que te lanzó una sonrisa tímida el miércoles por la tarde. Tal vez no sepas cómo se llama y tal vez sólo cruzaron un par de palabras (las cuales ya ni recuerdas), pero para esta misión funciona. Sólo recuerda la forma en que sus labios se acomodaban mientras ella respiraba, o la manera en que sentías que esos ojos te hacían creer que podías tomar el cielo en la palma de tu mano.
Bien hecho, ahora tenemos a una mujer que nos sirve como recurso literario, y voilà: juntamos ese recurso literario con el sentimiento que sacamos de uno de los cajones, lo retocamos con unas cuantas figuras retóricas, y ahora tenemos un cuento.
Sí, ahora tenemos un cuento. Pero las tazas de té ya se terminaron, y finalmente la sonrisa que ella me regaló sólo fue efímera; ya no la tengo. Y tal vez ella ya esté muy lejos. Y lo más probable es que nunca lea esto.
Y yo ya debería estar dormido.
Originalmente publicado en El Supuesto
Tengo que publicar el lunes y no tengo nada. Me gusta leer esto cuando no tengo nada jaja.
Hahahaha es un placer