Las yemas de mis dedos recorren tu espalda, de abajo a arriba y de arriba abajo. Puedo sentir tu piel erizarse cuando mi piel pasa lentamente sobre ella, respondiendo al estímulo que busco lograr en tu cuerpo. Hace horas que la noche escurrió por tu espalda, resbalándose hasta cubrir completamente todo lo que no es nosotros. Todo lo cubre, todo lo oculta. Y, sin embargo, yo te veo tan clara.
Nosotros. Ser. Sein. Être. Hemos sido tanto a pesar de que seamos tan poco.
Te tengo tan cerca que podría contar las pecas que decoran tu espalda. ¿Cuántas serán? ¿Una? ¿Dos? ¿Veinte? Tal vez no importa. Tal vez lo relativamente relevante es el acto en sí; el poder ser esto que somos y que yo pueda contar las pecas de tu espalda de vez en cuando, aunque a veces calcule que son treinta y siete y otras me parezca más cómodo decir que son tan sólo ciento cinco y medio. No importan ni las pecas ni los lunares ni las marcas. El punto es tenerte como te tengo.
Cuando amamos a alguien, en español solemos usar la frase “estar enamorado”. Es decir, en la realidad configurada por el español nuestra perspectiva es que “estamos” enamorados. “Estar” es una palabra que se refiere a un estado de las cosas, y los estados de las cosas cambian. En cambio, “to be in love”, “sein in der liebe” y “être dans l’amour” se refieren al ser. Y el ser…
Tus pies fríos intentan encontrar resguardo entre los míos. Es curioso cómo buscamos calentarnos a costa del calos de otros cuerpos. Equilibrio térmico. Tus extremidades inferiores se enredan en las mías como un simple acto de sobrevivencia. Si tienes los dedos fríos, obviamente buscarás calentarlos usando los míos para transmitirles calor. Y es normal. Pero insisto en que es curioso.
Son sólo palabras, a final de cuentas.
Despiertas, y lo primero que haces es buscarme con esos peligrosos ojos. A veces me gusta hacerme el valiente y pensar que no puedes atraparme con ellos, pero cada vez que intento sostenerte la mirada me doy cuenta de que estoy completamente perdido.
Finalmente tu mirada me absorbe y ya deja de importarme que tus pies estén fríos o que haya vuelto a perder la cuenta de las pecas que tienes en el hombro derecho. (Carajo, alguna otra noche tendré que volver a empezar de nuevo). Esos ojos a-veces-verdes/a
veces
…………………………………………..azules
me miran como desde el otro lado de un precipicio que debo saltar cada vez que estoy contigo, porque amar a alguien no es dar un salto una sola vez y ya está. Los saltos se deben de dar a diario, todo el tiempo. El amor está en el ser, no en el estar, coño.
Y tus manos empiezan a apoderarse de las mías. Tienes las manos calientitas – me dices, para variar. Y las tomas en tu poder, aunque sean una parte irremediablemente pegada a mi cuerpo,
y rodeas, con ellas, tu cuello,
y me miras,
y te miro,
y esto es todo,
pero ya lo sabes, ¿no?
Me miras desde aquel otro lado del precipicio, porque ya hace rato que diste el salto. Tienes esa enorme habilidad de vivir saltando, de lado a lado, de no joderte con pretensiones idiotas de una supuesta racionalidad. Y me sonríes y me dices que me amas. Y yo te respondo que soy enamorado de ti. Y no me entiendes pero igual me besas.
Reblogged this on Fragments Of Eternity and commented:
Soy una gran fan de él, un gran blog.