Suspendido en el Tiempo

¿Ves esa escultura debajo del árbol? Me dijo.

            La había seguido sin cuestionarla, como siempre hago. Nos subimos a su coche, abandonamos la ciudad, los caminos y nos adentramos en un camino de terracería por una hora y cuarto. El coche no puede seguir, tenemos que bajarnos y caminar, me comentó. Le hice caso. Caminamos hasta llegar a una colina en la que en la cima había un árbol solitario.

            Mírala bien. Esa escultura es lo que más me gusta observar cuando siento que todo tiene sentido en mi vida. No sé quién la hizo ni porque, pero ahí está y se ha vuelto mi secreto mejor guardado.

            Era una escultura de mármol. Una pareja, la mujer se encontraba sentada sobre una piedra y el hombre se acercaba a ella. De lejos parecía que sus bocas se tocaban, era la perfecta representación de un beso tierno y que finalmente se cumplía con algún deseo. Pero mientras más te acercabas podías ver que el beso nunca se completaba, sus bocas eran separadas por un par de centímetros. El rostro de ella era tranquilo, indiferente como si le diera lo mismo lo que estaba a punto de suceder o si supiera el fatal destino que les esperaba. El rostro de él, estaba lleno de emociones. En sus ojos se veía el fuego del deseo de un beso esperado. Su cara llena de esperanza del futuro que le esperaba. Todo rodeado por la atmósfera de un intento de un beso suspendido en el tiempo.

            Siempre vengo acá. Paso horas sentada en ese montoncito de piedras viendo la escultura. Muchas veces me he ido de madrugada y no me he dado cuenta cuándo ha anochecido. Vengo aquí cuando todo está perfecto, cuando todo parece tener sentido en la vida. No es que odie la vida o que te odie a ti y por eso te he traído. Es que hay algo en esa escultura que me recuerda que todo siempre se va a la mierda. Que los finales felices son esas mentiras que te cuentan de niña para que creas que en algún momento llegará tu príncipe azul y te rescatara de todo lo jodido que hay en tu vida. Mírala, mírala bien. Mírala como si todo el peso de tus decisiones estuviera sobre tus hombros y no pudieras moverte.

            Eso hice, lo que ella me dijo. La miré, pero por un momento la miré a ella, su mirada perdida en el árbol, en lo que había más allá de la colina. Ya no estaba seguro si se refería a la escultura o algo más. La miré por un momento, miré su cara cagada, los labios que tanto deseaba, lo leve que abre la boca siempre que se queda pensando o está concentrada en algo. Miré la escultura, no sabía que tenía que ver, era una simple escultura, he visto miles en museos. Ésta no tenía nada de especial. No entendía qué es lo que ella quería que yo viera. Pero ahí estaba, haciendo lo que ella me pedía. Mirando una pareja de piedra que jamás podrá besarse por el resto de la eternidad o lo que sea que dure el mármol o esta colina.

            Todo siempre encuentra el camino más jodido para andar. Eso es lo que me recuerda la escultura, no importa lo mucho que te esfuerces en buscar el mejor camino para llegar a tu meta, siempre tomarás el camino más jodido y todo se irá a la mierda. Por eso le tengo miedo a los momentos en los que todo parece marchar a la perfección o en los que todo parece estar en orden y tener sentido. Esos momentos son una especie de premonición de lo que está por venir. Sé que soy una mentirosa profesional y que me he logrado engañar hasta ese momento en pensar que todo está bien, que no hay ningún problema y que en algún momento todo vaya a explotar. No sé si lo entiendas pero siempre hay algo que nos destruye, algo que hacemos que nos lleva directito a la mierda.

            La miré, está vez no me había pedido nada, sólo quería que la escuchará y yo no podía dejar de ver sus labios y pensar en lo que haría con ellos más noche.

            No sé si te des cuenta de lo que te quiero decir. Pero mira la escultura, si ella se hubiere acercado un par de centímetros sí se hubieran logrado besar, si el hubiera sido un poco más rápido también la hubiera besado. Pero no, el beso se ha quedado suspendido en el tiempo. Ambos hicieron algo que no les permitió cumplir con su deseo. Esto es lo que te quiero decir. Que todo se va a la mierda, porque no somos capaces de hacer. No somos capaces de dar un beso por más que en nuestra imaginación no hagamos más que planear la escena, en el momento en el que dejas a una mujer en la puerta de su casa, en el momento en que te despides de ella o en cualquier momento que logres abrazarla. Pero ahí estás, frente a frente. Todo como lo has planeado sólo falta dar el último paso y tener los huevos necesarios para terminar lo que deseas. Pero siempre se encuentra el camino más jodido y decides no hacerlo. Algo sucede que terminas por no besarla, por arruinar todos tus planes y todos tus deseos. Autodestrucción le llaman algunos, yo le llamo el principio del pendejo del mañana. Del pendejo que cree que la oportunidad que ha construido hasta el momento también se va a dar mañana. Pero no se da cuenta que la cobardía de su actitud lo dejará como un beso suspendido en el tiempo.

            La miré. Su mirada estaba perdida en algún recuerdo. Tal vez perdida en una multitud de recuerdos pendejamente suspendidos. No entendía que quería decirme. Nuestra relación parecía ser perfecta, no había ningún problema. Acaso había algo de lo que no me había dado cuenta.

             El peor camino es el que parece más tranquilo y sin problemas, ese es el camino que siempre lleva al carajo. El camino en el que la mierda es un tema común, el camino en el que todos los deseos se quedan suspendidos en el tiempo porque a alguien se le ocurrió que era buen momento para detenerse a buscar la mejor manera de llenarse de mierda. De autodestruirse le dicen.

A. J. T. Fraginals

(Visited 1 times, 1 visits today)

Leave A Comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *