Como cualquier tragedia, nos tomó por sorpresa.
El caminar por la oficina,
el crujir de los cristales y ventanas.
Sentir que el mundo se inclina;
que la rotación se pronuncia hacia la derecha.
Quizá sí me fui un poco de lado,
o, a lo mejor, es lo vago del recuerdo.
Las caras incrédulas,
las preguntas sin respuesta inmediata.
Mirar esos ojos que se cuestionan hasta lo más profundo:
¿por qué lo imposible nos toca el hombro?
La alarma que retiembla
hasta lo más profundo de nuestra alma,
mientras el planeta intenta volver al equilibrio en el que estaba.
La estructura que se tambalea
de una dirección a otra,
como un péndulo que regresa.
Ven, que tenemos que ir a la zona de seguridad.
Espera, debo llevar mi cartera.
No puedo creer que me salté el simulacro.
¿Hacia dónde estamos yendo?
Vamos a la zona de seguridad.
Un espacio de dos por dos donde caben cincuenta personas.
No me sueltes.
Puedes tomar mi brazo si quieres.
Según yo, no está tan fuerte.
El movimiento.
Los gritos.
Las lágrimas.
¿Por qué esto no termina?
Vamos, que hay que bajar,
pero es por aquella salida.
¿Por qué no bajamos por acá?
Olvidé mi celular.
Chance solo se sintió así por la altura.
¿Por qué hay una tubería rota?
Sigue bajando las escaleras.
Aún nos faltan trece pisos.
<< ¿Y mis hijos?>>
Arrastrar los pies por las escaleras.
Piso tras piso.
Pregunta tras pregunta.
¿Cómo estarán mis papás?
¿Dónde estaba mi mamá?
¿Mis abuelos estaban en su casa?
¿Qué fue de Gabriela?
<<Amigo, no puedes usar el celular.>>
Los videos que empiezan a llegar.
Un edificio se desplomó en la Roma.
Mira cómo se cae esta farmacia.
¿Puedes apagar tu cigarro?
Aquí abajo el gas se está escapando.
La incertidumbre nos empapa.
Los minutos pasan sin poderse comunicar.
Hola, ¿me escuchas?
No me contesta tu abuela.
Pero ¿están todos bien?
Ya no salen mis mensajes.
Puedes intentar hablarles de mi celular.
No, gracias. Vamos a esperar.
Las calles se abarrotan.
Los semáforos no funcionan.
El transporte público se niega a recoger personas.
Te llevo a tu casa.
No, gracias. Estoy esperando a mi novia.
Voy por ella al Parque Hundido; solo unas cuadras.
La gente se amontona en las banquetas.
Algunos toman la labor de dirigir a las personas que manejan.
Otros se trepan a las ambulancias que ven pasar.
Yo camino hasta encontrarla.
El abrazo que dice todo lo que necesitaba escuchar.
Volvamos a casa.
Caminamos y caminamos.
¿Necesitas ayuda?
Al fin llegamos
casi arrastrándonos.
Pon las noticias.
¿Acaso no conocemos esa escuela?