Breve Y Único Diario

La gente siempre cuestiona mis actos, y a veces también yo lo hago. Hoy decidí empezar un diario para tener un lugar donde escribir y escribir y escribir y tal vez dibujar algún corazón [donde se lea «tú y yo»]. ¿Por qué dibujar un corazón y no empezar un cuento? Porque tiendo a evitar los cuentos. Me gusta escapar de ellos como lo hago del tiempo de los demás, aunque a veces esto resulta complicado. Casi tan complicado como explicar la razón por la cuál hoy decidí cebar un mate y no preparar una(s) taza(s) de té, pero no tan complicada como la razón por la que sigo escapando de ti. Ésta razón es muy sencilla de explicar, las mujeres son muy cercanas a los cuentos. Me atrevería a decir que sirven como puentes, que tal vez sólo funcionan como meros recursos literarios. Y por eso escapo de las mujeres, porque me hacen escribir y escribir y escribir y encontrarme conmigo mismo y cuestionarme y total, ya hay un cuento.

Y esa es la razón que intento darle al hecho de que escapo de ti y te evito, te renuncio. Tal vez empezar éste diario es un símbolo de rebeldía contra la imposición de tus labios sobre los míos, de tu imagen en mi pensamiento. Pero ese no es el punto. Lo importante es que sigo sin estar seguro de por qué escribo esto y por qué lo hago mientras espero a que el semáforo se ponga en verde y poder seguir avanzando.

13 de septiembre

Intento escabullirme, pasar desapercibido por tus pensamientos, pero no lo he logrado. Hoy de algún modo me alcanzaste e intentaste que te acompañara a jugar a la Rayuela en medio de la universidad, y de haber aceptado tu invitación ¡tras! ya habría cuento. Además uno intenta no enamorarse de ti y haces todo lo posible para que mi cuerpo comience la terrible segregación de endorfinas con el simple hecho de escuchar tu nombre. Pero me mantengo firme, y me voy, y te dejo parada como esperando a que yo regrese y te tome de la cintura y le demuestre a todo mundo que a veces puedo dejar de ser el hijo de puta.

El enorme problema son las casualidades. Te empeñabas en hacer que cada encuentro pareciera obra de la casualidad, y así era. Y yo te miraba, y cerraba los ojos, y pensaba: “No, no la mires, no te enamores”. Y abro los ojos y te veo frente a mi cuestionando mis gestos y mis miradas. No sabes que eres lo peor que me podría haber pasado por éstas fechas, porque te amo y amarte me está cagando.

Y me estás cagando tú también.

18 de septiembre, por la mañana

Aún traigo el esófago destrozado por la estúpida ingesta de tequila llevada a cabo por tu servidor durante las fiestas patrias. Llevo cinco días sin verte y el nivel de endorfinas se ha reducido considerablemente. La verdad es que estos días te he extrañado tanto que te escribí un soneto que no pude terminar como es debido porque no todos tenemos tiempo para ser tan pretenciosos.

Zona de penumbra entre la noche del 18 de septiembre y la madrugada del 19

Nada de esto es justo. Frente a mi tengo como veinte sobres de té ya usados y casi todos mis cigarros consumidos. El problema es la gran hoja en blanco que he estado observando desde hace largo rato (creo que desde que decidí dejarte con una rosa en la mano porque, mujer, tengo prisa de llegar a casa).

Digo que no es justo porque esto ya es un problema grave. Si fueras como el resto de las mujeres, si fueras un puente para un cuento algo mediocre, ya habría acabado de contar tu historia. Pero no me funcionas ni como recurso literario, no puedo escribirte ni un verso. En cambio me desahogo escribiendo en éste jodido diario porque ya me enamoré de ti y eres mi Maga y el asunto ya no tiene vuelta atrás. Me condenas a sufrirte porque tu amor es una cagada que llegó en el peor momento y yo me vuelvo un idiota cuando estoy enamorado. Me vuelvo tan idiota que comienzo a desvariar cuando estoy contigo y no dejo de hablar de ti en todo el jodido día y cierro los ojos y ahí estás. Coño, me empapas el alma.

Y me ahorraría ésta desvelada y la tinta malgastada si no hubiera pasado el día contigo y con tus uñas cuyo color me recuerda el vino. Me miras, me hablas de filosofía, me intentas enamorar un poco más y sabes hacerlo perfectamente porque, finalmente, termino siendo un cliché de mi mismo que es tan predecible que basta con que tu piel me roce un poco para someterme a tu dictadura. Pero debo ser fuerte, dejar de escribir en éste diario porque sus hojas ya me saben a ti. Además deben haber cosas más interesantes qué hacer que desahogar mi frustración en estos trozos de papel.

23 de septiembre

Sólo estoy poéticamente enamorado, eso es todo.

4 de octubre

No renuncio a nada, simplemente hago lo que puedo para que las cosas me renuncien a mí. Algo así escribió Cortázar en “Rayuela”, en el capítulo 31, me parece que es el vigésimo quinto diálogo en una discusión entre Oliveira y Gregorovius. Y esto lo acabo de leer hoy, justo hoy que te encontré acechándome como siempre y que me preguntaste “Rodrigo, ¿por qué me evitas?”, y yo no supe qué responder. Porque la verdad es que lo hago, acostumbro a separarme de las cosas porque le tengo un cierto miedo al compromiso y a toda la mierda que el noviazgo (o simplemente digamos relación, no hay que ser tan radicales) trae consigo. Vamos, hay todo un protocolo social que hay que seguir, y los protocolos sociales son nefastos. Me cuesta trabajo seguir un cierto patrón de conductas cuando yo ni siquiera me explico por qué a veces me comporto como me comporto. Lo que sí me perece pertinente resaltar es el hecho de que nos encanta estarle dando vueltas al asunto y jugarle al amor cortés para al final sólo llegar al sexo, cuando podríamos habernos ahorrado todo el protocolo y habernos desvestido ipso facto. Pero todo esto es mentira, o no importa. El punto es que te evito porque no me serviste ni de puente para escribir algo, y te sigo amando, y estoy jodido.

10 de octubre

“Inercia. Todo dura siempre un poco más de lo que debería”. 

En otros asuntos, hoy te escribí un poema.

19 de octubre, por la mañana

Los últimos días los viví sin saber dónde estaba el diario, y tal vez sea esa la razón por la que estuve contigo tanto tiempo. Besándonos y recitándonos a Neruda y a Borges y me hablaste un poco de Girondo porque de ese señor he leído muy poco y yo me ponía unas pedas dignas de un personaje de Hemingway porque me caga estar enamorado de ti.

Te amo, eres mi Maga. Me convertiste en un estúpido que vive todos los días para encontrar casualidades en todos lados sólo para darse cuenta de que nada es casualidad porque todo está premeditado por una mujer como tú. Te metiste tan dentro de mí que de seguro tuviste la culpa de que yo empezara éste diario, éstas siempre fueron tus intenciones. Que yo escribiera en un diario que leería una y otra vez todos los días con el simple objetivo de convencerme de que estaba enamorado de ti y que eso no debía cagarme aunque ya no me sirvieras de recurso literario. Así que me resigno, tú ganas. Te amo, y lo haré hasta que alguna tragedia nos joda y alguno de los dos termine sumergido en uno de esos estados pelenopelezcos que tan bien caracterizan los finales de mis historias de amor.

Te amo, la puta madre.

19 de octubre, muy de noche.

Hoy fue la primera vez que hicimos el amor, y mientras lo hacíamos escribí veinte cuentos dentro de mi cabeza (los hubiera escrito en éste diario si mis pantalones no estuvieran tan lejos). Lo jodiste por completo, estaba enamorado de la idea algo platónica que tenía de ti, de tu sexo, de tu cuerpo. Todo se fue a la mierda, ya no te amo porque ya todo se ha consumado en lo que puede llegar a ser. Gracias por ser otra más en la lista de los encuentros carnales y banales.

En realidad no tengo mucho qué decir. Volveré a ser un hijo de puta y a la mierda con éste diario. Tengo que escribir más cuentos.

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