Era un escritor que encontró al mundo
y al ver la realidad quedó asqueado,
pues el ser humano, tal vez malvado,
puede a veces hacer lo más inmundo.
Sentíase el escritor nauseabundo
de la cruda realidad, sin confianza,
deprimido, sin ninguna esperanza,
devastado y decepcionado de todo.
¿Cómo viven los demás, de qué modo?
No tiene sentido, falsa ordenanza.
*
Era un escritor que encontró al mundo.
Al unísono todos los pecados:
flores deshechas y gritos formados,
eco muerto en el abismo profundo.
Mal enraizado en pecador fecundo
de voces rebotando sobre acero,
de flores marchitas en el sendero,
nihilismo y esperanzas muertas.
Si todas las visiones son ciertas,
¿qué será lo que nos mate primero?
*
Era un escritor que encontró al mundo.
Aquel mundo que nadie quiere encontrar
y que al palparlo, podría silenciar
a cualquier hombre, rey o vagabundo.
Deambulaba el escritor errabundo
sin sentido ni dirección alguna;
por las noches, sin encontrar fortuna,
solo se podía encontrar perdido.
¿Cuál fue la razón?, maldito descuido,
Reprochó menguante al crecer la luna.
*
Fue un escritor, él encontró al mundo
como Siddharta alguna vez lo hizo:
Bajo gris niebla, como en un hechizo
voraz y lento, sentir moribundo.
¿Cómo los reyes viven un segundo
sin pensar en los demás y su sufrir?
Pero resignado se debe admitir,
que no hay remedio para esta realidad,
y que el consuelo, ante esta adversidad,
siempre ha existido, se llama escribir.