Ni cuenta me había dado
que a nosotros no nos tocó whatsapp,
sino la época anterior de caracteres contados
pero abrazos, salidas y cafés sin contar.
De esta época te habrían gustado los memes
y compartir nuestros treintas
y quizás este nuevo yo
perdido de tantas formas
que ni tú ni yo hubiéramos imaginado.
O quizás tú sí.
En esta soledad me hacen falta tus garantías
y que te rías de mis eternas preocupaciones
(cuántas veces me reí de las tuyas)
y que me vuelvas a enseñar cómo intuir los caminos
para no volverme a perder entre las amistades falsas
y los previsibles fracasos.
La verdad es que te miro en todos lados
en el actor de la obra de teatro que de repente me mira
en el tipo del gym con la calvicie que seguro tendrías tú
en la nobleza de los paseantes, en la agilidad de los bailarines
en el final de las fogatas, en los amaneceres.
Hoy, más perdido que nunca, no paro de pensarte
y en cómo me gustaría pedirte consejo
y decirte que sigo solo / y que no sé ni cómo arreglarlo.
Tú seguro me darías un abrazo
o eso de irnos por unos tacos
para planear juntos algún proyecto
de esos que matan la soledad.