¿Y lo somos?

Piensan mis neuronas en los mensajes que Alejandra me acaba de mandar como insinuando recuerdos pretéritos. Pienso que ya tuvo su presente como lo tuvieron otras, como alguna vez lo llegué a tener yo con Raquel y como Augusto pretende ahora regresar con María. De entre las mujeres que alguna vez me han puesto atención, Alejandra es probablemente de las más hermosas, se irá en enero y quiere verme. Y yo que nunca pude besarla.

¿Soy libre?

Alejandra se puede ir al carajo. Siempre aparece en los momentos menos indicados y yo no necesito esto como tampoco necesito pantalones de colores ni audífonos que cubran mis orejas. Porque no necesito nada en realidad. Tal vez mi angustia. La angustia que recuperé hoy porque ser obsesivo promueve ciertas conductas insanas. Pienso en mis neuronas, las cuales contienen una cantidad de información tan grande como para que ni ellas mismas puedan, en conjunto, explicarme cómo es que contienen tanta información inútil. Porque la realidad es que no lo entiendo. Demasiada complejidad celular con el fin de mantenerme más o menos estable. Pero yo no sé de qué manera proceder. Y entonces uno se levanta y toma decisiones o cree que las toma y de esa arbitrariedad nuestra felicidad pende, frágil y sobretodo imaginaria. Tal vez mis padres tuvieron sesgos al educarme. Debí parecerme más a Bukowski.

Pienso yo y mis neuronas. Y gracias a ellas puedo creer que te veo, Florencia, porque desde ti hasta las células de mis ojos (y luego hasta que la información sea procesada en mi cerebro) la luz tarda en recorrer cierta distancia, así que todo lo que yo veo tiene un poco de inevitable retraso. Vemos las cosas como eran hace instantes, no como lo están siendo. Apreciando el pasado como presente y encima con la terrible capacidad de poder recordar, aún más adentro, como si no tuviéramos suficiente mierda. Y Alejandra me escribe y yo la ignoro.

No es ningún problema en realidad. Mi problema eres tú, Florencia, porque no soporto la relatividad alrededor de nosotros. Ni a tu ex novio. No me malinterpretes, solo que no sé cómo se procede ahora que eres mía… momentáneamente. No sé cómo evitar hacer planes, si me encantas y tal vez te amo. Pero el amor está sobrevalorado, diría Bukowski, y los ideales podridos. Es el mismo problema de siempre. ¿Cómo pretendo inmiscuirme en un asunto si muy dentro de mí nunca puedo creer en nada? Y además está Sofía con mi pasado. Y mi pasado no es mío porque lo tiene Sofía. Así como a ti te sucede, supongo, porque mi caso no debe ser algo especial. Esto que nos aqueja es más bien común y ha de pasar por todas partes. No hay que armar un circo al respecto ni quemar mirlos. Mucho menos creer que somos especiales; solo es relativo.

Pero la relatividad mata, al menos en mi cabeza. Y es que me molesta pensar que seas una más, porque no lo quiero pero la experiencia me orilla mientras intenta salvarme. Porque me ha pasado ya. Incluso me parece hipócrita. Por un lado no quiero que seas de nadie más y por el otro no es la primera vez que pienso esto de alguien. Aunque yo no tengo la culpa de haber vivido, y tú no tienes la culpa de lo que hayan hecho de mí… ni de tu belleza. No sé muy bien qué cosa estoy traicionando. No me malinterpretes, Florencia, el problema es la relatividad alrededor de todo. Algunas veces te veo feliz conmigo e inmediatamente te imagino así con alguien más en tu pasado. Igualmente feliz. Igualmente sincera. Igualmente de alguien más. ¿Pero cuánto vale eso ahora? Y despierto y mi consciencia me taladra y me dice que no debo tomarlo seriamente porque nada de esto vale por más feliz que yo esté y por más hermosa que seas. Y me sonríes de nuevo y la relatividad evoluciona y te imagino así con alguien más en tu futuro y los mirlos se queman y yo armo un circo al respecto. Porque tal vez te amo.

– ¿Qué piensas?

– Nada.

Olvidé que nos estábamos mirando. ¿Por qué siempre tengo que arruinarme los momentos que valen la pena? Y me preguntas y no es que sea malo pero qué coño responde uno si lo que pasa es que no debe importar no porque no importe, porque eso no lo sé, sino porque no debo darle importancia (y justamente por eso no debo decírtelo). Porque si pensé todo esto en primer lugar es porque al parecer importas, al menos lo suficiente como para pensarlo, porque ser obsesivo promueve ciertas conductas insanas.

Pero Sofía. Y tu pasado. Y nuestra relativa incertidumbre. ¿De qué manera te explico lo que pienso, Florencia, sin que pienses algo incorrecto de ello? Tal vez escribiendo una entrada en el blog. Pero el amor está sobrevalorado, y pienso que creer eso no provocará que te ame menos o que no te ame, aunque ni siquiera sepa si soy libre. Tal vez solo significa que no hay que tomarlo tan en serio. Y de lo malo lo bueno es que la verdad ahí está, porque no te miento, y creo que obtener un poco de verdad es algo muy valioso en estos días. Ahora que los ideales están podridos y que eres mejor que la esperanza, porque a ti puedo tenerte.

– ¿Qué piensas?

– Nada, Florencia.

– Dime.

– ¿Para qué?

– Quiero saber.

– Pues estaba pensando si somos libres.

– ¿Y lo somos?

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3 Comments

  1. Anónimo enero 28, 2014 at 11:17 pm

    Intriga… quien será la nueva «Florencia» de la que no se ha hablado….

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  2. Anónimo febrero 6, 2014 at 10:24 pm

    Amiguito es un texto extraordinario, es costumbre tuya publicar cosas interesantes, enhorabuena y que el semestre te permita seguir escribiendo. ;:)

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    1. ikerbg febrero 9, 2014 at 8:44 pm

      Muchas gracias!

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