Autor Invitado: Diego González Castillo
Querida Fátima
La verdad, sólo él la sabe.
Sinceramente existen dos principales razones por las cuales él comienza a mentir.
La primera, sin dar más preámbulo, resulta ser que a pesar de que probablemente seas una persona única dentro de ese círculo tan selectivo llamado mujeres, para él, eso no resulta suficiente, más bien, a lo que me refiero es que sin importar lo liberal que puedes llegar a ser, aun así, él necesita un espacio seguro, un espacio diferente, un espacio para ellos, sus amigos. Sin ella, sin ti.
Por otra parte, lo sé, no es tan fácil de digerir el hecho de que te mientan, es poco razonable ya que lo único que esperabas era que existiera esa confianza y retroalimentación del semejante, de tu pareja y compañero, no obstante, existe la remota posibilidad de que él no sea como tú, que él piense como le han enseñado y esté lo suficientemente cómodo organizando su propia vida sin la ayuda de nadie.
La segunda, y no menos importante, tiene que ver con la llegada de alguien más a su vida. De antemano no me quiero apresurar diciéndote que ese alguien se trate de ella y no de otro él ya que en estos días tan rompedores de paradigmas, sinceramente ya no se sabe dónde ha de terminar mandando el corazón sin previo aviso y falta de compromiso.
Sin embargo, amiga mía, no es por asustarte pero dicen que más vale una mentira piadosa que mal intencionada; y es que la hipocresía huma está obligada al engaño y la falacia de los cercanos y hasta de los que más se ama porque me parece que existe algo llamado problema, problemas por celos, problemas injustificados, problemas que crean ideologías creyentes de problemas nuevos, de problemas interminables, de problemas.
Me parece que la verdadera razón de la mentira yace de la justificación de lo prohibido, de las reglas establecidas y sin establecer que se encuentran dentro de una sociedad cambiante y revolucionada que a veces es carente del verdadero significado de la palabra amor y de la ideología crítica, propositiva y pensante. Me parece que, sinceramente, si él miente es porque lo hermoso paso de ser perfecto a cotidiano, que los pequeños momentos inolvidables se convirtieron en horas de costumbre y desosiego, que el primer beso se ha olvidado y los chocolates se consumieron.
Sinceramente pienso que si él miente es porque en algún momento del camino también comenzaste a hacerlo. ¿Recuerdas cuando le hacías creer que te encontrabas con ellas, tus amigas, y en realidad simplemente te quedabas leyendo? Simplemente era tu necesidad de continuar con lo que estabas haciendo, sin él, sin tu compañero. Entonces, ¿Cuál es la diferencia?
La verdad es que nunca he sabido en realidad si mentir es bueno o malo. La verdad es que sé que lo hemos convertido en necesidad y no en recurso o herramienta del lenguaje. La verdad es que no nos gusta que nos mientan pero lo hacemos. También es verdad que te ha mentido y duele incluso más que cuando te caíste en la banqueta de la casa. La verdad es que no vale la pena pensar en el ¿cómo lo hace? sino en el ¿por qué? La verdad es que lo hace y él sólo la sabe.
Por último sólo quiero recordarte que te amo, que no importa si te miente, si has dejado de creer en sus mentiras. Tampoco importa si lo hace, si tú lo haces. Por mi parte, me importa que no lo hagas.
Con cariño, tu madre.