Conocer lugares nuevos se ha vuelto una afición. Más que afición ha pasado a ser una especie de adicción, adicción por encontrar lo sublime en lo ordinario. Cuando pensamos que hemos visto todo, encontramos un lugar espléndido en el sótano de la casa abandonada que hemos pasado miles de veces. Basta con detenerse un poco, arriesgarte a no juzgar y conocer por dentro lo que en realidad es.
Un haz de luz cálida que baña las botellas de vino en los anaqueles es suficiente para vestir de perfección el lugar. El lugar que ha escuchado secretos, confesiones, chistes, conversaciones, intimidades… una infinidad de historias. Elementos ordinarios como cucharas, crean la excelencia en algo que alguna vez fue un techo “normal”. Basta encontrar la ubicación y acomodo ideal de ciertos objetos para hacerlos destacar y brillar. Encontrar la perfección en lo ordinario se ha vuelto incondicional. Hay que observar las cosas más allá de verlas para darse cuenta que todos los techos bañados de luz saben contar historias.
Rafa G.A.









