Pasé por el parque que está en mi colonia cruzando entre los juegos infantiles y los árboles. A veces suelo poner pausa a mi caminata un rato para contemplar el cielo. Me gusta ver la luz del sol pasar entre las hojas. El aire que respiraba esa tarde era húmedo y limpio; la humedad causada por pequeñas tormentas de 15 segundos tan típicas de este lugar.
Me detuve en una banca de concreto pintada de rosa y blanco, que ya mostraba signos de una edad senil: grietas llenas de musgo y envolturas de papas y dulces dobladas quién sabe cuántas veces para encajar. Me llena de inquietud y asombro la determinación de la gente que dobla las bolsitas una y otra vez para dejarlas ahí, en la grieta. Es como si estas personas quisieran dejar una huella, una señal de que ahí estuvieron. Hay unos aún más pasionales, que logran meter botellas de agua de litro y medio torcidas en espirales y dobleces dignos de admiración. Las grietas de las calles rellenas de basura son esculturas colectivas. Son huellas.
Acerqué mi cara a la banca y vi que de una de esas grietas, a un lado de una envoltura de Cheetos naranjas, brotaba una flor morada. Tenía un centro amarillo de no más de 5 centímetros. Era una flor muy bonita y peculiar, sus pétalos tan morados cómo eran, también eran terciopelo.
Pensé en arrancarla. Había algo en mi que quería hacerla mía, llevarla y usarla de separador de libros. Ponerla en un mason jar y cumplir el punto número 26 de la «Guía Básica para Mejorar Tu Vida» que descargué ayer del sitio de Cosmopolitan:
26. Visualiza quién quieres ser y adapta tu entorno para esa nueva tú 😉
¿Uno de tus propósitos de año nuevo era ser más ordenada? Estamos en noviembre y estoy segura que esa silla (tú sabes cuál) se sigue llenando de ropa medio sucia, medio limpia. Empieza a ordenar tu vida ordenando tu cuarto, ya que es tu templo. Los detalles importan y no tienen que ser costosos, pon flores, ramas y hojas que vayas encontrando por la calle en un mason jar e inmediatamente te sentirás más chic.
Definitivamente quería sentirme más chic, así que estuve a punto de arrancarla. Luego noté que su tallo se aferraba fuertemente a la grieta. Ella era también una huella. La naturaleza se presenta ante nosotros con sus infinitas huellas. Nosotros como increíbles y racionales humanos que somos, también queremos dejar las nuestras.
Dejar un rastro se ha convertido en nuestra obsesión. Quizá nos sentimos diminutos, efímeros y fugaces en la inmensidad de lo que llamamos tiempo y espacio y queremos que nuestro recuerdo no se desvanezca. Dejamos a nuestro paso envolturas en grietas, chicles en los árboles, fotos en las redes sociales, casas donde había bosques y piezas de ropa donde había animales. Me pregunto si no es también una huella un beso, un bolero, una película, una pintura o una fotografía impresa.
¿No es acaso suficiente? ¿Qué queremos decirle a quien pase por nuestro planeta en 700 años? ¿Qué jodido mensaje queremos mandarle? Hasta el momento la línea del tiempo de los humanos se ve más o menos así: Cazadores, emperadores y filósofos, medievales, políticos, reformistas, monarcas, revolucionarios, soldados y nosotros (quise darnos algún nombre pero no supe cuál sería adecuado… ¿cuál sería menos cruel sin dejar de ser sincero?).
Como te decía, los pétalos de esa flor eran morados y así tan morados como eran, también eran terciopelo. Esos mismos pétalos se cayeron secos y casi negros a los 3 días de tenerla decorando mi buró en un frasco de mayonesa sin etiqueta. Eso no me hizo sentir muy chic.