Vida Diaria

Quizá ella nunca supiera, con entera certeza, qué era lo que estaba buscando. Despertaba cada día con la necesidad de llenar ese vacío que se agolpaba en su garganta; cargando la melancolía a cuestas. El amanecer siempre traía consigo la resaca como un nimio rastro del intento de autodestrucción de la noche anterior. La dialéctica de la auto-preservación y el ridículo intento de llevar nuestros límites al extremo. Cuando la propia existencia se queda sin un sustento que nos impida comprobar y estar completamente seguros de la propia mortalidad, ¿dónde podemos refugiarnos?

Ella pensaba todo esto mientras tomaba un plato de cereal en su cama. La ligera luz de la tarde se escurría entre las persianas de su recamara, rozando, delicadamente, la piel desnuda de su espalda. Se apresuraba a terminar el cereal, pues odiaba que este se aguadara con el breve pero letal paso del tiempo.

Se levantó para asomarse por la ventana. A lo lejos miraba esa luz verde que la acosaba desde el horizonte. Se empapaba con los tintes de esa luz que se filtraba por el cristal, dejándose absorber en la contemplación de su propio abismo. La reflexión invitaba a recordar que se encontraba buscando o esperando algo, sin saber exactamente qué era lo que debía esperar de su propio intento por encontrar aquello a lo que invitaba la luz que se embarraba desde fuera de la ventana.

La imposibilidad de alcanzar la luz verde le recordaba un cuento que leyó durante la adolescencia, y reflexionó sobre lo absurdo que era pensar en todo esto. Darse cuenta de que quizá estaba atribuyendo un inútil significado a una coincidencia de la coyuntura. Ella sabía que la vida nunca le permitiría alcanzar esa luz verde, ni saber qué era eso que nunca alcanzaría. Decidió regresar a la cama para acabarse el cereal.

Estiró las piernas debajo de las sábanas y, con la mano derecha, alcanzó una botella de vodka que se encontraba debajo de la cama y vertió su contenido sobre la leche del cereal. Tomó toda la mezcla de su asqueroso experimento y la bebió poco a poco, hasta que el alcohol hizo efectos y la inspiró a ponerse algo de ropa y salir a la calle a caminar un rato.

Llovía y sus tacones sonaban bajo la lluvia. Caminaba junto a los aparadores de las tiendas que denotaban lo último en la moda, o que contenían televisores transmitiendo el partido de fútbol del momento. Compró un café con leche y se sentó en una banca sobre la banqueta, dejando que la lluvia empapara completamente su ropa. A lo lejos, la luz verde de un espectacular se filtraba entre las gotas que caían del cielo.

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