Warhol 2

Al inicio de mi segundo año de estudios en la universidad tomé cierto curso con uno de los mejores profesores que me han dado clases. En dicho curso, el profesor impartía cátedra durante una hora sobre las distintas corrientes filosóficas desde el siglo XIX hasta finales del siglo pasado. En algún punto del semestre habló sobre Andy Warhol, a quien yo infravaloraba como artista y como pensador. En ese momento pensé que quizá yo estaba equivocado, lo cual comprobaría con el pasar de los años.

A mediados de la carrera pude visitar un museo en el extranjero donde se exponen las obras que considero las más representativas de Warhol: Campbell’s Soup Cans y Gold –Marilyn Monroe. Recuerdo que ese día fue necesario esquivar gente para admirar los dalís y los picassos; pero nada comparado a la casi imposible misión de escabullirse entre la gente para admirar las obras de Warhol. Los pequeños grupos de gente se aglomeraban de una forma que volvía casi imposible disfrutar la obra desde las perspectivas adecuadas. Yo seguía sin tener una opinión concreta sobre lo que veía.

Un día cualquiera, llegaron a mis manos sus diarios. Las personas que estaban enteradas de esto me cuestionaron, pues consideraban a Andy como un artista inferior; alguien que tiene obras expuestas en el MOMA por una falla cultural. Tras leer los diarias, podría asegurar que todas ellas se encuentran equivocadas.

Es muy sencillo descalificar al que, sin lugar a dudas, fue uno de los mejores (o más relevantes) artistas de la segunda mitad del siglo XX. Nueva York fue la sede de su actividad, la cual consistió en cine, pintura, happenings y un poco de literatura. Es reconocido como el más importante estandarte del pop-art, y como uno de los más grandes críticos de la sociedad del consumo.

Sumergirse en sus diarios es un intento de embarrarse de un poco de la ya citada época. Es conocer los pensamientos de Warhol sobre las nimiedades que le ocurrían a menudo con Mick Jagger, o John Lennon y Yoko Ono. Dichos diarios también ayudan a entender un poco al hombre que es culpable, en cierto grado, de la sociedad que hoy somos (o que pretendemos ser).

Lo que Warhol quería expresar con su obra era la superficialidad que él encontraba reflejada en todas las personas y situaciones que él vivía a diario. Es obvio que él nunca se imaginó que la gente recorrería todos los pisos del MOMA buscando sus Campbell’s Soup Cans solo para tomarse una foto y subirla a su Instagram usando treinta hashtags pero, al final, su obra justamente trata de reflejar esta banalidad de consumo cultural rápido, ignorante y desmedido.

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Podríamos decir que el arte consiste, desde una perspectiva simplista, en expresar lo humano; aquello en lo que pensamos antes de dormirnos. Andy pensaba en lo deshumanizantes que eran sus relaciones; en lo superficial que era su propia existencia en el mundo. El ser-yecto-en-lo-deshumano; el ser que sólo se despierta cada día buscando una apropiación individualizada de objetos y relaciones cuasi-lejanas con otras personas.

Ahora veo en las fotos de mis contactos en las redes sociales que hay una exposición de Andy Warhol en mi ciudad, en el Museo Jumex (sí, un museo cuyo nombre es patrocinado por una empresa productora de jugos, entre otros productos consumibles). Me entero de las filas de personas que vuelven imposible una experiencia digna de la exposición. El hombre-masa que se apropia de todos los objetos que tiene al alcance de la mano. El vacío existencial que intentamos llenar con experiencias y recuerdos que rápidamente olvidamos.

¿Y cuándo vamos?


Una versión distinta de este texto fue publicada, tanto en la versión impresa como en la digital, de El Supuesto, periódico de alumnos del Instituto Tecnológico Autónomo de México, el 23 de septiembre de 2015. La versión digital puede ser consultada en el siguiente enlace:

El Tintero: Warhol

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